Durante días la abuelita estuvo pensando y tomando notas en una pequeña libreta que escondía en el bolsillo de su chaqueta. Ya sabía que su regalo estaría compuesto de magia, fantasía y sueños pero conseguirlo no era nada fácil, por eso, cuando todos creían que se había dormido, se levantaba de la cama procurando no hacer ruido, sacaba su libreta y se ponía a trabajar.
Por fin un día habló con su hija Pilar, que era la madre de Sofía y le desveló el misterio: “He escrito un cuento para mi nieta” –Dijo. “Se titula Sofía y los lápices mágicos, narra sus aventuras en el país de Maricastaña donde hay hadas, seres fantásticos y hasta una malvada bruja a la que derrota ayudada por sus primos”
A Pilar la idea le pareció genial “¡Podemos imprimirlo, hacer bastantes copias y regalarlo el día de la Comunión! ¡Yo me ocuparé de todo eso!”
Y así fue.
Pocas personas pueden presumir de ser protagonistas de un libro pues el proceso es más complicado de lo que parece. Al margen de escribirlo hubo que maquetarlo, imprimirlo, encuadernarlo y además ponerle dibujos, pero la ilusión y el gran esfuerzo de abuela y madre lo hicieron posible.
Sin duda para Sofía siempre será el mejor cuento del mundo.
